miércoles, 7 de abril de 2010

La Universidad de Chicago

Fue fundada en 1891 por John D. Rockefeller y celebró sus primeras clases en octubre de 1892, un año después de Stanford. Es preciso conocer el entorno social de la época, porque es cuando nace la filantropía científica, es decir, sistemática, una tradición esencial en la cultura americana que, no sólo ha durado hasta el presente, sino que se ha fortalecido de forma continua. El origen de las universidades privadas modernas está firmemente entroncado en esta tradición.

En la época cumbre del capitalismo del laisser-faire, a finales del siglo XIX, se habían hecho unas fortunas inimaginables. Algunos de los potentados construyeron palacios de verano en Newport, Rhode Island, de un lujo extravagante (“summer cottages” les llamaron). Los Vanderbilt emplearon $11 millones de entonces ($170 millones de 1996) en construir y amueblar el suyo. En una noche memorable, el salón de baile del palacio de los Vanderbilt resplandecía con los uniformes de un histórico regimiento inglés y con las condecoraciones del cuerpo diplomático. Pero no había ningún oficial inglés ni ningún diplomático: se trataba de un grupo de actores contratados por la mujer de Vanderbilt para complacer a su marido, el cual se había vuelto loco y creía ser el Príncipe de Gales. Cuando el cuñado del zar Nicolás II visitó Newport, confesó que nunca había imaginado que tal lujo pudiera existir.[1]

Pero no todos los potentados fueron iguales. John D. Rockefeller, el más rico de todos, fue un hombre muy complejo. En la expresión de su biógrafo, Chernow, fue “una mezcla poco plausible de pecado y santidad”.[2] En sus años de capitán de empresa, como fundador de Standard Oil, fue un enemigo acérrimo del sindicalismo (actitud generalizada entre los empresarios de la época), e implacable en la lucha con sus competidores, hasta lograr que Standard Oil monopolizara la industria del petróleo. De convicciones religiosas profundas (era baptista evangélico) despreció siempre la ostentación, nunca tuvo un yate, ni caballos purasangre, ni vida de sociedad. Construyó varias mansiones, en las que disfrutaba de la vida familiar y de su afición al golf. A lo largo de su vida había hecho obras de caridad que controlaba personalmente. Pero a medida que su fortuna fue creciendo hasta convertirlo en el hombre más rico del mundo, se dio cuenta de que con las obras de caridad personales no podía conseguir nada importante. Se retiró de la dirección de Standard Oil y de sus otros negocios a los 58 años, y durante los 40 años de su retiro se dedicó de lleno a la filantropía. Creó la filantropía científica (sus palabras), es decir, la planificación y ejecución sistemática de la misma utilizando organizaciones centralizadas de control con métodos administrativos y de gestión análogos a los de una empresa.

Otro potentado contemporáneo de Rockefeller, Dale Carnegie, inmigrante escocés y fundador de United States Steel, publicó un ensayo titulado “Riqueza” que alcanzó una gran influencia, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. Carnegie postuló que había que poner fin al capitalismo salvaje y al abismo existente entre los grandes empresarios y los trabajadores oprimidos. Para distribuir los beneficios económicos alcanzados, argumentó que los ricos deberían donar en vida la mayor parte de su dinero a causas nobles, y evitar de esta forma que las fortunas fueran malgastadas por herederos ociosos. Dejó una frase memorable: “el que muere rico muere en desgracia”. Fiel a su palabra, de los $400 millones de su fortuna, donó $350 millones a obras filantrópicas, entre las que destaca la construcción de 2.800 bibliotecas públicas en Estados Unidos, Inglaterra, Europa, Africa, y Fiji. Dejó $20 millones para una fundación para la paz, y otros $30 millones para garantizar rentas vitalicias a personas que habían estado a su servicio, amigos, etc. Rockefeller fue muy influenciado por el ejemplo de Carnegie y, cuando se inauguró la primera biblioteca Carnegie en Pittsburg en 1896, le envió su felicitación: “... puedes estar seguro de que tu ejemplo dará fruto y que en el futuro los hombres con grandes fortunas estarán dispuestos a utilizarlas para el bien del prójimo
El lector interesado puede consultar a Chernow para informarse del lado oscuro de la vida de Rockefeller, como el monopolio de Standard Oil y su disolución por la justicia; su anti-sindicalismo feroz, causa indirecta de la masacre de Ludlow, Colorado, en 1914, cuando dos mujeres y once niños fueron asfixiados por el humo del incendio de la tienda de campaña en la que estaban escondidos, tragedia ocurrida en medio de un enfrentamiento armado durante una huelga de mineros, los cuales habían sido expulsados de las viviendas de la compañía minera controlada por Rockefeller.

Nuestro objetivo es señalar las lecciones que pueden aprenderse de la filantropía de Rockefeller en relación con la organización de las universidades e investigación españolas. La lección fundamental dada por Rockefeller es muy simple: las universidades y la investigación científica pueden organizarse y funcionar con eficacia poniendo a su frente a individuos idóneos e íntegros, sujetos a controles rigurosos de responsabilidad, pero de otro modo dejándoles una libertad absoluta de acción y de gestión. El genio de Rockefeller fue encontrar a estos individuos, con bastante éxito en la mayoría de los casos. Las actividades e instituciones filantrópicas creadas por Rockefeller han sido un motor preeminente de desarrollo en el siglo XX en todo el mundo.

El alma y el guía director de las obras filantrópicas de Rockefeller fue un pastor baptista, Frederick Gates, contratado a los 35 años para ponerse al frente de un proyecto de construcción de una universidad baptista en Chicago. Rockefeller fue un devoto baptista toda su vida. El método de Rockefeller fue actuar siempre en un segundo plano sin ningún protagonismo, confiando siempre de forma absoluta en el juicio y las recomendaciones de Gates. No es que las aceptara siempre de inmediato, lo típico era que Gates proponía algo y Rockefeller se lo pensaba durante un tiempo, a veces años, antes de abrir la bolsa; al principio, siempre de forma parsimoniosa, pero cuando la actividad proporcionaba resultados claros, el dinero de Rockefeller se liberaba a raudales. Exactamente lo mismo que debe hacer cualquier gobierno. Apoyar a las instituciones que producen resultados y eliminar a las estériles.

La historia de la fundación de la Universidad de Chicago es muy interesante por los problemas y conflictos causados por su primer presidente, William Harper. Este había obtenido su doctorado (PhD) a los 18 años, y cuando fue elegido para crear y dirigir la nueva universidad tenía 36 años y era profesor de estudios bíblicos en un seminario baptista.

La integridad y vocación de Harper para crear una gran institución que durara hasta el fin de los tiempos fueron absolutas. Los conflictos y los problemas surgieron al suponer, como así fue, que Rockefeller, una vez comenzada la empresa, no tenía mas remedio que abrir el talonario y pagar todos los gastos que surgiesen. Harper quiso construir en el tiempo más breve posible una gran universidad que compitiera con las mejores. Ignorando las advertencias de Gates, construía edificios, creaba facultades nuevas y contrataba a los mejores profesores, sin prestar atención al presupuesto, forzando a Rockefeller a cubrir los déficit al final de cada ejercicio. Esto iba exactamente en contra de los principios y filosofía de Rockefeller, el cual quería que la sociedad civil de Chicago se hiciera co-responsable de la financiación de la universidad. La política de hechos consumados de Harper no hizo posible esta opción, ya que la sociedad civil juzgó que la universidad era un proyecto favorito de Rockefeller para satisfacer a su ego. Finalmente en 1897, agotada su paciencia, Rockefeller convocó a la Junta de Gobierno de la universidad y reprobó duramente a Harper. Exigió que en adelante todos los gastos tendrían que ser sometidos a su aprobación previa. La relación padre-hijo que había existido entre Rockefeller y Harper se vio gravemente afectada. Harper siguió al frente de la universidad hasta su muerte de cáncer en 1906, 14 años después de su inauguración.

Rockefeller rindió homenaje a Harper reconociendo que, a pesar de su irresponsabilidad fiscal, en poco más de 10 años había creado una universidad del mismo calibre que Harvard o Yale. Anunció la construcción de una nueva biblioteca en el campus en su memoria, y creó un fondo de $100.000 para proveer a su viuda con una renta vitalicia.

Fue Gates quién reconoció primero la necesidad de que Rockefeller terminase toda relación con la universidad, para que ésta pudiese alcanzar la independencia total y su desarrollo pleno. En 1908 convenció primero al hijo de Rockefeller, John Jr., el cual empezó a tratar el tema con su padre, sugiriéndole una última donación de $10 millones antes de cortar las amarras para siempre. Empleó dos años en convencerlo y en 1910 Rockefeller entregó su última donación de $10 millones, elevando el importe total de sus donaciones a $35 millones, unos $540 millones de 1996. En una carta de despedida a la Junta de Gobierno escribió: “Es mucho mejor que la universidad sea soportada por las contribuciones de muchos y no por las de una sola persona ... Esta gran institución pertenece al pueblo y debe ser controlada, gobernada y financiada por el pueblo.”[4] Entre 1910 y 1932, diversas obras filantrópicas de los Rockefeller donaron $41 millones más. Pero Rockefeller había introducido el concepto de que el benefactor era el fundador, pero no el dueño ni quién ejercía el control. La no injerencia de Rockefeller fue reconocida por la Junta de Gobierno en su reunión de 1910 al declarar: “El Sr. Rockefeller nunca sugirió el nombramiento o el despido de ningún profesor. Cualesquiera que fueran las opiniones expresadas por miembros de la facultad, él nunca manifestó ni su asentimiento ni su desaprobación.”[5]



Gobierno de la universidad. Los estatutos establecen un único órgano de gobierno, la Junta de Gobierno (Board of Trustees) integrada por un máximo de 45 miembros. Esta Junta se perpetúa a si misma en el tiempo. Se reúne cuatro veces al año, y en la última reunión elige a nuevos miembros para llenar las vacantes dejadas por los miembros cuyo mandato ha expirado. El mandato de los miembros de la junta es de cinco años. Las elecciones se han organizado de tal forma que cada año se renueva aproximadamente un quinto de los miembros, para asegurar la continuidad. Se puede ser miembro de la junta por un máximo de 15 años.

La junta está presidida por el chairman, debajo del cual está el presidente de la universidad y el provost (vicepresidente ejecutivo para asuntos académicos), y otros ejecutivos. La autoridad ejecutiva de la Junta de Gobierno es ejercida por el comité ejecutivo, integrado por el chairman, el presidente de la universidad, y por otros 10 miembros, elegidos por mayoría simple por los miembros de la Junta de Gobierno. El Chairman de la Junta de Gobierno es también chairman del comité ejecutivo. Lo sorprendente del gobierno de la universidad es que, en principio, el chairman y el presidente de la universidad son elegidos para un solo año. En la nueva reunión al cabo de un año, la junta puede por supuesto reelegir de nuevo a los mismos miembros del comité ejecutivo (chairman, presidente, etc.). Esto da a la junta la posibilidad de deshacerse fulminantemente de algún miembro del comité ejecutivo por cualquier razón que estime oportuna.

El presidente tiene por otra parte las mismas responsabilidades académicas y de gestión que los de otras universidades. El chairman no es un empleado de la universidad (no cobra) mientras que el presidente, el provost, los vicepresidentes, etc., sí lo son.

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